sábado, 12 de abril de 2008

Plotino


PLOTINO.

El neoplatonismo, cuyo fundador es Plotino, no surge de la nada sino que es el resultado final de una tendencia que venía desarrollándose en la filosofía greco romana desde el siglo I a.C. Ya desde los estoicos la filosofía estaba adquiriendo un carácter cada vez mas religioso, lo que se manifestaba especialmente en un eclecticismo que intentaba recoger e integrar los elementos religiosos implícitos en la filosofía griega, pitagorismo y orfismo especialmente, con el platonismo. Incluso se intentaban incluir las religiones orientales de la zona, como la egipcia, siria y mesopotámica. Este proceso se había iniciado con el renacimiento del pitagorismo en el siglo I a.C. y continuado poco después con la aparición de los textos atribuidos a Hermes Trismegisto en el siglo siguiente. Los filósofos Apolonio de Tiana y Numenio de Apamea, en la segunda mitad del siglo I dC y comienzos del II proporcionaron un fuerte impulso a estas corrientes neopitagóricas y platónicas. Numenio, cuya influencia en Plotino parece haber sido grande, señalaba la existencia de tres hipostasis divinas: Dios propiamente dicho, Uno y Absoluto; un segundo dios, el Demiurgo que obra sobre la materia, forma el mundo y es el principio del devenir. El mundo producido por ese Demiurgo sería la tercera hipostasis divina. Las almas habrían sido creadas por el primer Dios, pero al atravesar el mundo organizado por el demiurgo se habría producido en ellas un dualidad, un alma racional y otra irracional, considerando además que la entrada del alma en un cuerpo es siempre un mal. Otras figuras como Filón de Alejandria y Plutarco estarían también en la línea que conducirá hacia el último florecer de la filosofía antigua.
Algunos autores señalan la posible formación pitagórica de Amonio Sacas, bracero del puerto de Alejandría que vivió entre el 175 y el 242 d.C. y que fue el maestro de Plotino. Resulta llamativa la comparación entre las figuras de Sócrates y de Amonio en cuanto a su origen humilde, sus trabajos físicos de mínima cualificación, el hecho de no dejar ningún escrito y, principalmente, formar discípulos tan extraordinarios como Platón y el propio Plotino.
La vida de éste se desarrollo durante el siglo III d.C., entre los años 205 y 269. Esto es, en los años en que el mundo romano entró en una profunda crisis política, social, económica y religiosa de la que ya no lograría prácticamente levantarse. En este momento Plotino intentó una última síntesis de la filosofía antigua, un último esfuerzo de recuperación de los valores e ideas que habían hecho grande al mundo antiguo. El neoplatonismo fue la culminación del proceso de síntesis que hemos mencionado antes, resumiendo y sistematizando los elementos pitagóricos, estoicos, aristotélicos previos fundiéndolos en el crisol del platonismo. Su discípulo Porfirio de Tiro organizó y sistematizó las enseñanzas del Maestro, estructurándolas en seis Tratados de 9 partes cada uno (de ahí el nombre de “Enéadas”).
Plotino remarco extraordinariamente la trascendencia de Dios, llegando a situarle mas “allá del ser”. El término mas adecuado para referirse a Dios sería el de UNO, porque Dios es unidad evidentemente pero además remarca la exclusión de todo lo múltiple y diverso. O sea aleja la idea de multiplicidad. Esto no obstante no conduce al monoteísmo, sino todo lo contrario, Plotino defiende expresamente el politeísmo como consecuencia necesaria del poder infinito de la divinidad. La creación no se produce para Plotino por un acto de “voluntad” divina, sino que es un proceso de EMANACIÓN, semejante al surgir la luz a partir del cuerpo luminoso o el olor del cuerpo oloroso. En realidad sería como el pensamiento que el Uno piensa de sí mismo.
El Uno pensándose a sí mismo da origen al Intelecto, que es su imagen; el Intelecto pensándose a si mismo da origen al Alma, que es la imagen del Intelecto. Y así de imagen en imagen la emanación constituiría un proceso de degradación y materialización paulatina. La primera emanación del Uno es el Intelecto. Ëste contiene ya una dualidad, por cuanto es sujeto pensado y pensante. El Intelecto sería la sede de los Arquetipos o Ideas Platónicas. Plotino lo identifica con el Demiurgo platónico del Timeo. La segunda emanación procedente del Intelecto es el Alma del Mundo. Ésta contempla al Intelecto del que procede, pero también observa lo que viene después de ella y lo ordena y lo rige mediante la Providencia. Uno (Dios), Intelecto y Alma del Mundo constituyen el “mundo inteligible”. El “mundo corpóreo” por su parte necesita además de la existencia de materia, de la que procederían todas sus imperfecciones, multiplicidad y mal. Las almas singulares son partes del Alma del Mundo que ha penetrado en la materia vivificándola, pero al mismo tiempo permanece en si misma única e indivisible. Al estar dominado y regido por el Alma universal el mundo tiene un orden y belleza perfecta que podremos ser capaces de apreciar en la medida en que nos acerquemos a nuestro propio ser. Es decir comencemos el proceso acercarnos hacia nuestro origen, seamos capaces de recuperar nuestra “conciencia”.
Para Plotino el concepto de conciencia es la actitud del sabio descubrir por si mismo, y en sí mismo la verdad. No hace falta salir y buscar fuera, por el contrario es preferible una búsqueda interna, un “retorno a sí mismo” que finalmente conduce a un retorno a Dios. Liberándose de toda dependencia sensorial y carnal el hombre se va purificando y haciéndose capaz de acceder a la cercanía y presencia divina. El objetivo último de toda esta práctica seria el lograr el extasis místico de la unión con Dios. Sus últimas palabras antes de morir remarcaban esta enseñanza final: “Esforzaos en hacer subir el dios que está en vosotros hacia lo divino que está en todas las cosas”.

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