jueves, 17 de julio de 2008

PIONERAS: Cinco mujeres extraordinarias de tres continentes

Cinco mujeres extraordinarias de tres continentes

1. ENHEDUANNA, Sacerdotisa y poeta (2300 a.C.)

2. THEANO, la primera filósofa (s.VII a.C.)

3. MURASAKI SHIKIBU, primera novelista del País del Sol Naciente (978? - 1026?)

4. CHRISTINE DE PIZAN, y la Ciudad de las Damas (1364)

5. MACUILXOCHITZIN, la Quinta Flor del país azteca (1435)



1. ENHEDUANNA DE AKKAD

Uno de los escritores más antiguos, cuyo nombre ha podido llegar hasta nosotros, fue una mujer. Enheduanna nació cerca del 2300 a.C, y su padre fue el poderoso Sargón de Akkad, quien unificó las distintas ciudades-estado sumerias en un único estado. En efecto, hasta entonces Mesopotamia había estado dividida en distintos “reinos”, o ciudades estado, más allá de la unidad cultural, religiosa y de idiomas que existía. Entre dos de los ríos del Paraíso bíblico, el Tigris y el Eufrates, se había asentado el pueblo sumerio, de oscuro origen, que guardaba el recuerdo de dinastías reales que “descendieron del Cielo”, anteriores al propio Diluvio. En la actualidad, los historiadores hacen caso omiso de este dato y lo atribuyen a la fantasía desbordante que convertía en universal un simple hecho local, unas inundaciones que tuvieron lugar en el 2900 a.C. en una de las numerosas ciudades sumerias, y reducen los 241.000 años que, según la Lista Real Sumeria, duraron esas dinastías “antediluvianas” ( a los que hay que sumar los 24.510 años de la dinastías “post diluvianas”, anteriores a las dinastías “históricas”) a unos “razonables” 1.500 años (como siempre, los antiguos, siempre confundiendo los “años solares” con los “lunares”...). Lo cierto es que, la propia lengua no da ninguna pista sobre el origen de los sumerios: no es semítica ni parecida a las “camíticas” (lenguas del África oriental, egipcio, nubio) ni a ninguna lengua conocida, cercana o lejana; no se puede determinar con exactitud si descienden de los primitivos pobladores del área, asentados desde el Neolítico, o incluso desde el Paleolítico, o bien proceden de alguna otra región; si bien en esa Lista Real aparecen como totalmente autóctonos, y relatan cómo la “realeza descendió del Cielo” en la propia Sumer, sucediéndose 8 dinastías milenarias hasta que “el Diluvio lo niveló todo”, tras el cual la realeza tuvo que “descender” de nuevo del Cielo.

Para complicar más las cosas, los sumerios no eran la única etnia en poblar Mesopotamia: sino que desde tiempos inmemorables tenían que convivir con pueblos que hablaban una lengua semítica, los acadios. Estos pueblos semitas, en un primer lugar nómadas dedicados principalmente al pastoreo, con el paso de los siglos se fueron sedentarizando y adoptando el modo de vida sumerio, compartiendo costumbres, religión, e incluso tomando la escritura cuneiforme para su propia lengua. Por esta razón no parece que haya habido enfrentamientos “étnicos” entre estos pueblos, como lo demuestra el ascenso de un acadio, según la leyenda, el humilde hijo de un jardinero real, (y según él mismo, hijo de la propia diosa Inanna-Ishtar ) llegando a ser copero del rey sumerio Ur-Zababa, a quien pasado un tiempo destronaría, para asumir el poder como “Rey Legítimo” (que es lo que significa su nombre, Sharru-kîn > Sargón), conquistar y a unificar Sumer, e instaurando su Dinastía en la nueva capital, Akkad o Agade (que aún no ha sido descubierta por la arqueología). Su hija Enheduanna fue educada en la corte, con esmero, siendo nombrada Suma Sacerdotisa del Dios de la Luna, Nanna, y de la Diosa Inanna, cuyo Descenso a los Infiernos es el tema principal del Himno que le dedicó, y que nos ha llegado a nosotros, 4.300 años más tarde. A través de sus escritos podemos vislumbrar su personalidad; en ellos se convierte también en la primera cronista, narrando el derrocamiento de su padre por parte de Lugalzagesi, “ensi” (o “señor”, gobernador) de la ciudad de Umma, el destierro de la familia real, incluida ella misma, despojada de su cargo; al poco tiempo Sargón logró recuperar el trono, castigando duramente al usurpador. Enheduanna presenció otros acontecimientos no menos terribles, como el asesinato de su hermano y su tío, Rimush y Manishtusu, respectivamente, sucesores de su padre en el trono; así como un terremoto que sepultó el reino, al comienzo del reinado de su primo, Naram-Sin (hijo de Manishtusu y el segundo gran rey de la dinastía de Akkad).
Es poco lo que se sabe de ella, gracias a la recuperación de algunos pocos restos cerámicos en Ur -entre otros, un disco de arcilla en donde aparece en una procesión -marco probable en el que se recitara el Himno de Inanna-; y sobre todo, contamos con tablillas con sus himnos y poemas, en versiones sumerias y akadias, a través de los cuales podemos vislumbrar una mujer con una personalidad fuerte, decidida, capaz de encarnar los distintos aspectos de Inanna como Diosa Madre y Dadora de Vida, benévola Diosa del Amor, pero también terrible y fiera Diosa Guerrera, capaz de enfrentarse a las potencias infernales para restablecer el Orden tras la aparente victoria del caos. Enheduanna tuvo que ser además de culta, valiente; educada con refinamiento, y posiblemente iniciada en los Misterios, en las Escuelas Sacerdotales que existían entorno a los Zigurats, las Torres de Babel (Bab-Ili, Puerta de los Dioses). Estas pirámides escalonadas, tan parecidas a las pirámides precolombinas de Centroamérica, servían de escalera hacia el cielo, de puente entre la Tierra (KI) y el Cielo (AN): cuando en la Lista Real Sumeria subrayan “y la realeza descendió del Cielo” no hacen sino reflejar de forma simbólica un hecho que aparece en los mitos de todo el mundo: la Edad Heroica, cuando los Semidioses, de la estirpe de Zeus gobernaban en la Tierra, en la mitología china, cuando el mítico Primer Emperador desciende sobre un Dragón; recuerdos, en forma de mitos, de acontecimientos que, (según la Doctrina Secreta, tuvieron lugar en la transición de la Tercera a la Cuarta Raza,) cuando tuvieron que “descender del Cielo” los llamados en la India Manasaputras, portadores del Manas o Chispa Mental, la antorcha de Prometeo; los Pitris, Padres de la Humanidad, fundando las Escuelas de Misterios, para despertar y formar a los primeros Sabios y Reyes. Esas Escuelas de Misterios perduraron en el Egipto histórico, en los Colegios Sacerdotales mesopotámicos, en los Mags iranios...¿?

Los zigurats están considerados por nuestra mentalidad moderna como una extraña mezcla entre una catedral y el observatorio de Monte Palomar, y sin embargo, esa afición de estos pueblos por la Astrología, heredada de los sumerios por los babilonios, ( la fama de los astrólogos babilonios, o “sabios caldeos” pasó a Grecia y a Roma y llegó incluso a la Edad Media; gracias a ellos tenemos la hora dividida en sesenta minutos, y los doce signos del zodíaco, entre otras cosas) no es sino el reflejo, por un lado, de su concepción del Universo como un Todo contenido en cada una de sus partes, la máxima hermética, “así es arriba como es abajo”; y por otro, de su vastos conocimientos astronómicos y astrológicos, inseparables de lo religioso en el mejor sentido de la palabra, como Re-Ligare, volver a unir, reunirse con la Esencia, con lo que está detrás y mueve los Astros, el Sol, la Luna, la Tierra. Mas, esos conocimientos, esa Sabiduría, nos han llegado de forma fragmentada, en forma de mitos, o bien “escritos” en los escasos restos arqueológicos que nos quedan de esa época. Hay que tener en cuenta, además, que las construcciones mesopotámicas, al no ser de grandes bloques de piedra, como las egipcias, sino de ladrillo, han soportado peor el paso del tiempo, y los pocos zigurats que vemos en pie son reconstrucciones modernas de arqueólogos imaginativos, a partir de montículos de ladrillos; y además no hay que olvidar la particular situación sociopolítica en que está sumida Irak, que dificulta sobremanera cualquier labor de investigación, ya sea internacional o autóctona. Y por otro lado, si nos enfrentamos a los fragmentos escritos, por muy completos que nos hayan llegado, siempre nos topamos con el problema de tratar de entender una cultura de hace 4.500 años, y más si nos empeñamos, como suele suceder, en interpretarla según nuestra propia mentalidad, según nuestras ideologías modernas, de raíz judeocristiana, positivista y materialista,, ya sea desde el capitalismo o el marxismo, da igual; no entendemos que, para esos pueblos, el Orden Natural de la Naturaleza se expresaba siempre de forma piramidal, y que el reflejo de ese Orden en la sociedad humana era a través de la realeza. Pero, endoculturados en la mentalidad capitalista, (creyendo firmemente que la Democracia es el mejor sistema que podemos concebir,) entonces, desde esa posición, fácilmente juzgamos a aquellos Reyes como tiranos, déspotas, y exportando la lucha de clases propia de nuestra sociedad, nos aparece una Enheduanna justificadora de ese orden social, impuesto a través de una religión que evitaba el ser cuestionada, satisfaciendo la curiosidad de los incordiosos creyentes con “cuentos” sobre dioses, monstruos, héroes, diluvios, etc. Nada más lejos de la realidad: el conocimiento que guardan esos mitos es tan profundo como lo pueda ser cualquier manual científico estudiado en la facultad, si no más; ya que nuestra Ciencia, por ahora, se ciñe sólo al conocimiento del plano material del Universo, mientras que, en la Antigüedad existían varios niveles de interpretación, tantos como planos de existencia. Y también hay que tener en cuenta que una Escuela Sacerdotal de entonces no era como nuestros monasterios cristianos, o incluso nuestras Facultades de Teología: no consistía sólo en aprenderse himnos, cantos litúrgicos, una serie de rituales, ejecutados mecánica y monótonamente, o de enredarse en vanas discusiones que no llevan a ningún lugar. Cuando Enheduanna escribe el Himno a Inanna no sólo ejerce de poetisa, cuando compone este poema para ser cantado en el ritual correspondiente, es consciente del efecto de la repetición de palabras, determinados sonidos, asociados a notas musicales, perfumes, colores, símbolos, estatuas, elementos, en suma, “cargados” de determinadas energías, estos himnos, palabras sagradas, cantadas o recitadas como mantrams servirían para despertar esas “energías”, esos devas, y estos himnos, hieros logoi, se convertirían en puentes para elevar el Alma hasta ponerla en contacto con lo Superior.


EL DESCENSO DE INANNA AL MUNDO DE LOS MUERTOS.
Trad.Federico García Morales
(del texto establecido por Samuel N.Kramer, recopilador, trascriptor y traductor al inglés.
según versión publicada en Proceedings of The American Philosophical Society, vol.85,n.3,february 1942, p. 293-323)
1. Ella, desde su alta cumbre, decidió bajar
al gran abismo.
2. La diosa, desde su alta cumbre decidió bajar
al gran abismo.
3. Inanna, desde su alta cumbre se decidió a bajar
al gran abismo.
4. Mi señora abandonó el cielo, abandonó la tierra,
Al otro mundo descendió,
5. Inanna abandonó el cielo, abandonó la tierra,
Al otro mundo descendió,
6.Abandonó su señorío absoluto,
Al otro mundo se fue.
[...]
Las repeticiones rítmicas nos señalan que no estamos ante un poema para ser leído en privado, sino para ser recitado, o cantado. Es más, recuerdan las oraciones que se pueden escuchar en cualquier misa católica. Podemos dejar volar la imaginación y ver a la Sacerdotisa Enheduanna recitando los versos respondidos por un coro (de sacerdotes, sacerdotisas, o el mismo pueblo). Podemos atrevernos a imaginar cómo hubiera sido escuchar este himno cantado, tal vez con una voz principal y un coro, en el templo, o en una procesión, quizá hubiera monofónico, como el canto gregoriano, o en polifonía, a varias voces... (es una verdadera lástima que no podamos tener una grabación, o que no nos hayan dejado la partitura): seguramente tendría que haber impresionado a todo aquel privilegiado que lo presenciara, es posible que no tuviera que envidiar al Réquiem de Mozart o al Mesías de Haendel...
112. Entonces Ereshkigal [...]
113 Le responde a Neti, su guardián principal:
114. "Ven Neti, guardián principal del mundo de los muertos,
115. En las palabras con que te mando, presta atención.
116. Abrirás los cerrojos de sus siete puertas,
117. En la puerta Genzir, el rostro del Otro mundo, definirás
sus reglas;
118. Al entrar Inanna,
119. Inclínate [...]y déjala[...]!"
120. Neti, el guardián principal del Otro mundo,
121. Honró la palabra de su reina,
122. Y abrió los cerrojos de las siete puertas del mundo de los muertos,
123. Y en la puerta Genzir, el rostro del Otro mundo, definió
sus reglas.
124. Y a la pura Inanna, le dijo:
125. "Ven, Inanna, entra. " Ven, Inanna, entra !
126. Y al atravesar la primera puerta,
127. La shugurra, "la corona de la abundancia”, le fue
removida.
128. "Qué es esto !" Qué es esto !
129. "Extraordinariamente, Inanna, los decretos del Mundo de los muertos
han sido perfeccionados,
130. Oh, Inanna, no cuestiones los rituales de este mundo !"
131. Al cruzar ella la segunda puerta,
132. Le quitaron el cetro de lapislázuli.
133. "Qué es esto !" Qué es esto !
134. "Qué es esto !" [etc.]
[...]136. Al pasar por la tercera puerta,
137. La despojaron de las pequeñas cuentas de lapislázuli que llevaba atadas al cuello.
138. "Qué es esto !" [etc.]
[...]141. Al traspasar la cuarta puerta,
142. Las brillantes piedras de su pecho le fueron removidas.
143. "Qué es esto !" [etc.]
[...]146. Al entrar por la quinta puerta,
147. Le sustrajeron el anillo de la mano,
148. "Qué es esto [etc.]
[...]151. Tras penetrar por la sexta puerta,
152. La placa ...de su pecho fue quitada.
[...]156. Al cruzar la séptima puerta
157. La despojaron del resto de sus ropajes.
[...]162. La pura Ereshkigal se sentó en su trono,
163 Los anunnaki, los siete jueces, pronunciaron juicio
ante ella,
164.Y fijaron sus ojos sobre ella, los ojos de la muerte,
165. Y a su palabra, la palabra que tortura al espíritu
166. [...]
167. La ("mujer") enferma fue convertida en cadáver
168. Y el cadáver fue colgado de una estaca.
por ella,
179. Y dirigió sus pasos al Ekur, a la casa de Enlil.

En este fragmento Inanna aparece engalanada con sus 6 joyas, más las vestiduras, y siete “decretos” (lo que quiera que signifique esto: tal vez, atributos de su poder) y se dirige a las Puertas del Otro Mundo. Sin embargo, su astuta hermana Ereshkigal ha decretado que ante cada puerta tenga que desprenderse de una joya, y por último, ante la séptima puerta, de sus vestidos. En cierta clave de interpretación podemos entender ese desprendimiento como rituales de purificación para cada uno de los siete planos, o el sacrificio de cada uno de los elementos de la personalidad. Así, indefensa, se presenta ante su hermana y los Annunnaki , quienes la condenan a muerte. Ninshubur, el mensajero, cumpliendo las instrucciones que le había dado su señora antes de partir, recorre los palacios de los dioses Enlil , Nanna y Enki, y les suplica que salven a Inanna de la muerte.
Finalmente es Enki quien hace caso de los ruegos del mensajero y le hace llegar a Inanna el “alimento de vida” y el “agua de vida”

243. "Sobre el cadáver colgado de la estaca dirigid el temor de los rayos del fuego,
244. Sesenta veces el alimento de la vida, sesenta veces el agua de la vida, salpicarás sobre él.

De esta forma, Inanna recobra la vida y regresa, triunfante, del Más Allá, al frente de un ejército de “demonios” (no lo entendamos desde el significado cristiano de seres malignos, sino de daimon, espíritus, genios, etc.) Estamos ante el viejo mito de la Luz que es “vencida” por la Oscuridad, de la Noche que se adueña temporalmente del Día, del Caos que aparentemente vence al Orden. Es un período de recogimiento, de sacrificio, de “muerte” aparente, la semilla enterrada en la oscuridad, en las entrañas de la tierra, esperando el momento propicio para estallar de Vida,: nada más y nada menos que el Misterio de la Vida y de la Muerte, del Ciclo, de la gran Rueda, de lo que tiene que morir para poder renacer con fuerzas renovadas, restaurando de nuevo el Orden, Triunfante y Victoriosa, bella y terrible, “ la Reina del Cielo, el lugar donde se alza el Sol".


2. THEANO, la primera Filósofa (siglo VII a.C)
Se dice que, cuando en la antigua Grecia, ante una disputa, un juicio, etc., era necesario el concurso de algún ciudadano incorruptible, de intachable conducta y moralidad, llamaban a un pitagórico. Aparecen como hombres y mujeres elegantes, pulcros, impecables en su sencillez y, distinguiéndose en sus vestiduras, aún sin ser lujosas, y su forma de hablar, de moverse, por su pureza, frescura, elegancia. Si bien en nuestro tiempo a Pitágoras sólo se le relaciona con las Matemáticas y su famoso teorema, hay que decir que la Escuela Pitagórica era mucho más que un conjunto de individuos dedicados al estudio de la Geometría y Aritmética.

Era un verdadero sistema de desarrollo integral del individuo, y perseguía la armonización interna del Hombre y sus distintos aspectos, planos, de su personalidad, para convertirse en un canal, en una caña hueca, a través de la cual el Ser pudiera expresarse de la mejor forma; armonizándose de esta manera con la Naturaleza, en todos sus planos, hasta los más elevados, la Región de los Números Puros, volviéndose a reunirse con la Mónada, de la que surgió todo el Universo, en el Acto de la Creación expresado en la Tetractys

La fraternidad fundada por Pitágoras en Crotona (Sicilia) se regía por severas reglas de conducta, libremente aceptadas al entrar en la Escuela. Este código moral iba dirigido al dominio de la personalidad, del yo animal, para que le “estorbara” lo menos posible al Alma en su camino ascendente. Este sentido de purificación de la personalidad iba ligado a la idea de la Reencarnación o Trasmigración de las Almas, que el platonismo recuperaría, heredada del orfismo, y de las doctrinas egipcias e indoiranias, conocidas directamente por Pitágoras en su estancia en Babilonia y Egipto.


Se basa en cuatro aspectos, según señala Porfirio en su biografía sobre Pitágoras:

- El alma es inmortal.

- Las almas cambian su lugar pasando de una forma de vida a otra.

- Todo lo que ha sucedido retorna en ciertos ciclos y no sucede nada realmente nuevo.

- Hay que considerar todos los seres animados como emparentados entre sí.
El Hombre, al purificarse, iba liberando cada vez más su Alma de la Tierra que la aprisionaba. Reencarnación tras reencarnación, hasta que llegara un momento en el que el alma, libre por fin de ataduras, no necesitara encarnar más, uniéndose de este modo a la Divinidad. Este tipo de enseñanzas más esotéricas iban acompañadas del conocimiento profundo de la esencia de la Naturaleza, basada en el Número el principio inteligible a través del cual el cosmos, gobernado por el Espíritu manifestaba al hombre su armonía interna, cuyas proporciones armónicas se expresan a través de la Música, y se transmitían bajo secreto a los mathematikoi, o conocedores , mientras que los akousmatikoi u oidores se limitaban, bajo voto de silencio, a seguir los preceptos morales y a conocer las enseñanzas exotéricas, hasta que estuviesen preparados, y tras una serie de duras pruebas, demostraran que eran dignos de esas enseñanzas.

Si bien podemos tomar esta distinción, existente en todas las grandes Escuelas Iniciáticas, como un signo de “elitismo” o “discriminación”, también es cierto que, hoy en día no todos entendemos (ni tenemos por qué entender) la Teoría de la Relatividad o las complicadas fórmulas de la Física cuántica, por poner un ejemplo. Además, para entrar al círculo de los mathematikoi el discípulo debía pasar una serie de pruebas, necesarias para probar que se estaba preparado para recibir ese tipo de conocimiento profundo de la naturaleza del Hombre y del Cosmos; y servía, junto a la obligación de guardarlo en secreto, para que no cayera en manos equivocadas.

Y... ¿no tenemos el ejemplo, hoy en día, del peligro que corre un conocimiento en malas manos (pensemos, por poner un ejemplo, en los “manuales” de fabricación de bombas caseras, que hoy circula por internet...)
Por otra parte, Pitágoras aceptaba como discípulos a hombres de muy diversa condición, incluso a esclavos; y a las mujeres, al mismo nivel, algo que para la mentalidad griega era casi revolucionario, pues las mujeres solían estar apartadas de la “alta” cultura y relegadas al gineceo, al ámbito doméstico, excepto algunos casos paradigmáticos, como el Thiasos[2] sáfico o algunas cortesanas o “hetairas” (que más que prostitutas de lujo pudieran ser una “institución” parecida a la de las Geishas, salvando, por supuesto, las distancias culturales y temporales). Se sabe que en la primitiva comunidad pudieron existir unas 28 pitagóricas, tanto alumnas como maestras: se conocen los nombres de Theano, Arignote, Themistoclea, Myia y Damo, entre otras.

De Theano de Crotona se sabe bien poco; fue alumna de Pitágoras, contrajo matrimonio con él y tuvieron dos hijos y una hija, Arignote (o Damo). Theano se convirtió a su vez en Maestra de la Escuela, y se le atribuyen incluso varios textos, de los que sólo nos quedan referencias indirectas: una Vida de Pitágoras, una Cosmología, Teorema de la razón áurea, Teoría de los números y Construcción del Universo, además de varias cartas y una obra de orden moral, titulada Sobre la Piedad, en la que expone la responsabilidad del hombre y de la mujer como mantenedores de la Ley, la Justicia y la Armonía: la mujer en el interno-el ambito familiar- y el hombre en el externo, de hecho, cada uno de los dos es importante en los dos aspectos, pero casi más el de la mujer, en ese sentido, si ésta falla, la sociedad entera se resiente. Hay que tener en cuenta que desde siempre la mujer era la principal educadora: la que transmite todos los valores familiares, sociales, humanos, de generación en generación. Ambos roles, el masculino y el femenino, son igual de importantes, y en la concepción pitagórica del mundo, entre dos polos opuestos no existe la competencia, sino la armonía de los contrarios.

Pitágoras huyó de su isla natal, Samos, por culpa del tirano Polícrates; de la misma forma tendrá que exiliarse de Crotona, debido a un movimiento antipitagórico, tal vez de raíces políticas, instigado por un aristócrata que precisamente no había sido admitido por la Escuela; resentido, movilizó a la muchedumbre con falsos rumores, acusándoles de ser la causa de todos los males, incluso terremotos (de siempre los hombres honestos e incorruptibles han sido incómodos para el poder establecido, para los “amos de la caverna”...).
Muchos de los miembros morirían asesinados, otros sobrevivieron, exiliados, desperdigados por la “coiné”. A la muerte de Pitágoras sobre el 500 a.C. (unos dicen que en Crotona, durante el asalto, otros que fue en el exilio) su viuda, Theano, se hizo cargo de la Escuela, conservando el cuerpo principal de las doctrinas de su Maestro y esposo. De hecho, posteriormente, la Escuela se dividió: de un lado, un grupo de los acusmáticos se centraron en conservar las enseñanzas exotéricas, tal y como las recibieron, sin apenas cambios; mientras que los matemáticos, se consideraron los continuadores de su obra, gracias a Theano, conservaron el lado más profundo de sus enseñanzas, profundizando en los conocimientos filosóficos y esotéricos; en lugar de aferrarse a la letra muerta trataron de conservar el espíritu. Aquí es donde cobra mayor importancia la labor callada, oculta, casi de espaldas a la Historia, que Theano realizó al seguir la senda que trazara Pitágoras. Gracias a esta extraordinaria mujer las ideas del filósofo samio pudieron sobrevivir a la destrucción y al exilio, a las persecuciones y matanzas que hubo, no solo en Crotona sino en las demás “filiales” de la Magna Grecia, y pudo así surcar las aguas de la Historia, inspirando a Platón y a los neoplatónicos, llegando su legado hasta la República Romana, de la mano de Catón el Mayor, según cuentan Plutarco y Cicerón, seguidor igualmente del neopitagorismo. En definitiva, vemos cómo a menudo la Historia no se construyen sólo con grandes hazañas, obra de Grandes Hombres inspirados directamente por la Divinidad, sino que, además, esas Obras deben mantenerse en el tiempo, a base de Constancia, Paciencia, Perseverancia, Fidelidad y Lealtad, así como Amor, Voluntad e Inteligencia. Y, en este caso, si bien fue Pitágoras de Samos quien encendió la Antorcha, hay que reconocer también que fue una mujer de Crotona, una Filósofa, una Matemática, una Maestra, quien supo mantenerla encendida, y transmitirla a las generaciones posteriores, a toda la Humanidad.

[1] Movimiento religioso de origen probablemente oriental, se instaura en Grecia a través de Tracia en el siglo VI a. C. El orfismo toma a Dionisos como su dios y a Orfeo como su sacerdote, reuniendo cierto sentido místico con una ascética de purificación. El espíritu humano procede de otro mundo y se encuentra como desterrado en este, encadenado al cuerpo por la sensualidad
[2] Escuela de probable contenido Mistérico fundada por la poetisa Safo de Lesbos y encaminada a educar a las niñas y mujeres, centrándose en el Arte, la Poesía y la Música.


3. MURASAKI SHIKIBU (978? - 1026?)
Cuando en 1925 apareció en Inglaterra la primera versión occidental de "La historia de Genji", los críticos y escritores europeos quedaron impactados por esta novela japonesa, comparable en calidad con los grandes clásicos occidentales, teniendo en cuenta además que fue escrita hace mil años, y que su autora era una mujer.
Murasaki Shikibu era hija de Fujiwara Tametoki, un letrado y literato, quien se preocupó de que su hija fuese bien instruida. Murasaki fue notable aún siendo niña, cuando era capaz de leer libros que incluso los jóvenes mejor educados encontraban difíciles.
Su infancia no fue feliz, pues su madre murió poco después de su nacimiento, seguida en poco tiempo por su hermana mayor, de quien ella dependía. Poco después, contrae nupcias con un noble de una familia de similar clase social. En unos pocos años, su esposo, Fujiwara no Nobutaka, también moriría dejándola con una hija. Fue en este contexto adverso en el que Murasaki escribió “El Relato de Genji”.
En "La historia de Genji", Murasaki Shikibu, dama de la corte imperial, realiza un retrato minucioso de una sociedad refinada, culta; auque también un tanto vacía y frívola. Murasaki no se detiene, pues, en ensalzar ese modo de vida, ya que, a medida que avanza la novela, esta va madurando, a la par que ella misma; va profundizando en las motivaciones de todo lo que le rodea, y de la mano del pensamiento budista zen, desvela lo superficial de la vida cortesana, así como la fragilidad de las mismas emociones humanas, contrastándolas con la belleza de la naturaleza, y enfrentando el aparente refinamiento aristocrático con los sufrimientos y miserias de los personajes. La obra relata la vida del príncipe ficticio Hikaru Genji (“príncipe Brillante) y de sus descendientes. Comienza con el nacimiento de éste, fruto de la relación entre el emperador Kiritsubo y una dama de la corte, y continúa con las aventuras amorosas de Genji, su ascenso en la corte, su posterior exilio y retorno.
Los retratos psicológicos son ricos en matices; los personajes femeninos que aparecen en la vida de príncipe Genji son también descritos de forma individual, con sus refinamientos aristocráticos, talentos en las artes de la música, dibujo, poesía y amor por las bellezas de la naturaleza, en contraste a sus propios sufrimientos y precarias situaciones. Todo ello refleja una hondura de pensamiento, una capacidad de observación, de penetrar en el alma de las personas, un alma culta, sensible, de esmerada educación, llena de amor por la belleza de la naturaleza y del arte, deseosa de plasmar todo un mundo interior, logrando, como decimos al principio, una de las primeras novelas propiamente dichas, en un tiempo en que, no lo olvidemos, Europa estaba sumergida de lleno en la Edad Media, las pocas personas que sabían leer y escribir se dedicaban a copiar, el teatro había desaparecido y la literatura consistía en los cantares de gesta que relataban hazañas guerreras más realistas o fantásticas: habría que esperar unos tres siglos, hasta los trovadores, y aún hasta los albores del Humanismo, hasta un Bocaccio, Dante, Petrarca, Chaucer, para encontrar algún tipo de texto literario que no fuera religioso o guerrero; y aún dos siglos más hasta la primera novela “moderna”, El Quijote. Por tanto, se puede decir que estamos ante una precursora, adelantada al mismo Cervantes.
Pero no se limita sólo al retrato costumbrista: a través de sus personajes, Murasaki deja traslucir su mundo interior, incluso sus motivaciones, el porqué de su arte:
"(...) Pero tengo una teoría propia acerca de lo que es este arte de la novela y como nació. Primero, no consiste sencillamente en que el autor haga una narración de las aventuras de otra persona. Por el contrario, la novela surge porque la propia experiencia del narrador acerca de hombres y cosas, ya sea en bien o en mal -y no solamente lo que él mismo ha pasado, sino también los hechos que no hizo más que presenciar o que le fueron contados-, le produjo una emoción tan arrebatadora, que no podría tenerla encerrada más tiempo en su corazón. Muchas veces algo de su propia vida o de lo que lo rodea le parece al escritor tan importante, que no puede soportar que quede en el olvido. Jamás deberá llegar el día -piensa- que los hombres no sepan esto. Esa es mi idea de como surgió este arte.

Evidentemente, pues, el describir sólo lo que es bueno y bello no es lo que concierne al arte del narrador. Por su puesto que a veces su tema será la virtud y entonces podrá jugar con él como le parezca. Pero justamente no es lo menos probable que le hayan impresionado numerosos casos de vicio e insensatez del mundo que le rodea, y con respecto a ellos tiene exactamente los mismos sentimientos que con respecto a las acciones superlativamente buenas con que tropieza: son importantes y hay que guardarlas en las trojes. Así, todo, sea lo que fuere y cuanto suceda en esta vida terrenal y no en algún país de hadas que escapa a nuestro alcance.(...)"
A través de Genji, Murasaki nos revela su pensamiento. Para ella, la novela no es sólo entretenimiento, no es sólo un deleite, su función no es puramente estética: tiene un fin moral. Es el Libro de la Vida, en el que es necesario el registro no sólo de lo bueno; precisamente son los malos momentos los que (por desgracia) más nos enseñan (recordemos las enseñanzas del Buda, el dolor como vehículo de conciencia) y nuestra mente dual funciona por la oposición de los contrarios: reconoce lo bueno en función de lo malo, lo bello en función de lo feo, lo justo por lo injusto...y lo malo y lo feo son necesarios, incluso, para que aprendamos a reconocer y valorar lo bueno y bello. Y esa es tarea del escritor: dejar constancia, para que generaciones posteriores puedan beneficiarse de esas enseñanzas.
Puede pensarse que esa es también la función de los que escriben la Historia, sin embargo:
"(...) Historias comunes son sólo meros registros de eventos, y generalmente son tratados de una sola forma. No dan una visión interior del verdadero estado de la sociedad. Esta, sin embargo, es la verdadera esfera en la que principalmente moran las novelas. Las novelas, son ciertamente ficciones, pero no siempre representan puras invenciones; siendo estas sus únicas peculiaridades, que en ellas los escritores frecuentemente desarrollan, entre numerosos personajes reales, el mejor, cuando desean representar el bien, y el más extraño, cuando desean entretener. (...)"
Es decir, por un lado está la historia, como registro de hechos; y por otro, la novela: la recreación de esos hechos. Que no tienen por qué guardar absoluta fidelidad con los hechos a los que alude, pero que sí pueden reflejar mejor la “intrahistoria”. La Historia no sólo se construye de grandes hazañas: está esa historia cotidiana, del día a día, que a los historiadores oficiales normalmente no interesa. Y no olvidemos que la historia que nos llega procede de los cronistas o historiadores que en ese momento o en la posterioridad escribían bajo determinados condicionamientos políticos, ideológicos, etc; y esos condicionamientos les hacían resaltar determinados aspectos, sucesos, y en cambio soslayar otros que no convenían a sus fines. De esta manera, en la ficción encontramos una mayor libertad de movimientos, y una mejor capacidad de reflejar esa “visión interior del verdadero estado de la sociedad”.
Con estas palabras, Murasaki define a la perfección lo que es el oficio de escribir. O más que oficio, vicio nefando, casi un exorcismo, de todo un mundo interior, de situaciones y hechos, reales imaginados, que han impresionado al autor y que por tanto considera importantes y dignos de ser contados, ya sean malos o buenos, da lo mismo: de lo que se trata es de dar testimonio, de aprender, en suma, y no importa que sean puras invenciones; pues, como dicen los sabios, quien sabe si lo imaginado no es más real que lo que consideramos como realidad; en este sentido, Imaginación y Realidad, Novela y Vida, serían una sola cosa.

4. Christine de Pizan (1364-1430 )

" Si fuera costumbre mandar a las niñas a la escuelas e hiciéranles luego aprender las ciencias, cual se hace con los niños, ellas aprenderían a la perfección y entenderían las sutilezas de todas las artes y ciencias por igual que ellos... pues... aunque en tanto que mujeres tienen un cuerpo más delicado que los hombres, más débil y menos hábil para hacer algunas cosas, tanto más agudo y libre tienen el entendimiento cuando lo aplican.
Ha llegado el momento de que las severas leyes de los hombres dejen de impedirles a las mujeres el estudio de las ciencias y otras disciplinas. Me parece que aquellas de nosotras que puedan valerse de esta libertad, codiciada durante tanto tiempo, deben estudiar para demostrarles a los hombres lo equivocados que estaban al privarnos de este honor y beneficio. Y si alguna mujer aprende tanto como para escribir sus pensamientos, que lo haga y que no desprecie el honor sino más bien que lo exhiba, en vez de exhibir ropas finas, collares o anillos. Estas joyas son nuestras porque las usamos, pero el honor de la educación es completamente nuestro. "

De esta forma reivindica Christine de Pizan el derecho primordial a la educación, siglos antes de que se hablaran de Cartas de Derechos Humanos, de Derechos del Niño o del feminismo. Esta escritora francesa de origen veneciano se convirtió en la primera mujer europea en vivir de la Literatura, en la primera escritora profesional de nuestro continente. Fue contemporánea a Juana de Arco, de quien incluso escribió una semblanza, pero a diferencia de la Doncella de Orleans, no llevó su lucha a cabo con la espada, sino con la pluma.

Se podría ver cierto paralelismo entre su vida y Murasaki Shikibu, la escritora japonesa que analizamos más arriba. Como Murasaki, Cristina nació de una familia de buena posición y ligada a la corte. Su padre, Tommaso da Pizzano, médico y astrónomo, fue invitado a la corte del rey Carlos V de Francia, cuando ella contaba con cuatro años, instalándose en París, donde recibió por parte de su padre una educación muy completa, en contra de la opinión de su madre, quien prefería ver a su hija entregada por completo a las labores domésticas, antes que dedicarse a la cultura. A los quince años casó con un secretario de la corte, Etienne du Castel; su matrimonio resultó excepcionalmente feliz. Y, tras diez años de dicha, llegarían las pruebas.

Al morir el rey Carlos, tanto su padre como su esposo perdieron ascendiente en la corte, y la familia se encontró en circunstancias difíciles. Finalmente, tras una larga enfermedad, moriría su padre, Tommaso; y poco después, la peste le arrebató a su amado esposo, lo que supuso un golpe aún más duro para ella, al quedarse viuda a los veinticinco años, encontrándose con tres niños pequeños a su cargo, además de su madre y una sobrina. Para colmo, se vio obligada a pleitear para recuperar y mantener el pequeño patrimonio que su esposo le había dejado. Ante una situación tan precaria, Christine debe sacar su familia adelante. Y para ello, decide utilizar sus dotes literarias.
Comienza escribiendo baladas de lamentación por la muerte del amado, que pronto adquieren una gran popularidad, y sus escritos comienzan a circular en las cortes europeas y en círculos de nobles y reyes, como los Duques de Burgundia, el nuevo Rey de Francia Carlos VI, y su esposa Isabel de Baviera. Sin embargo, además de estos poemas y baladas, que le permiten conseguir los ingresos necesarios para mantener a los suyos, su obra toma una nueva dimensión, escorando hacia temas de más envergadura, y por ello, considerados impropios para una mujer, como la historia y la política. Y para colmo, incluso tiene la osadía de entrar en polémica con los intelectuales de la época, iniciando la famosa Querella de las Mujeres, a raíz de la segunda parte de la obra “El Roman de la Rosa”, en la cual su autor, Jean de Meun, ataca duramente a las mujeres, continuando la visión tradicional medieval negativa de la mujer como mal encarnado en la tierra, pecadora y fuente de pecado, sin la capacidad de pensar racionalmente, o incluso como animal dotado de habla y astucia, pero no de razón ni inteligencia; llegando a negar que estuviésemos dotadas de Alma.

Frente a él se sitúa claramente Christine, en sus “Cartas de la Querella del Roman de la Rosa” reivindica para la mujer el reconocimiento de la condición de persona, con toda la dignidad que ello implica, y con todas las cualidades que se atribuían exclusivamente a los varones: inteligencia, fuerza, valor, creatividad, y, asimismo los valores morales propios del ser humano: tenacidad, entrega, fidelidad, prudencia. Y todo ello sin olvidar los valores propios del Rol femenino, y que, por ello, eran minusvalorados: la ternura, el cuidado del hogar y de las personas, niños y ancianos. De aquí que no estemos precisamente ante una “pre-feminista”, ya que, aunque en su obra cumbre, la Ciudad de las Damas, expone lo que los comentaristas modernos denominan una “ginecotopía” (un mundo ideal habitado por mujeres) no significa que la autora crea que las mujeres sean superiores a los hombres, y que por tanto puedan prescindir de ellos. Simplemente es excusa para demostrar que, “aunque en tanto que mujeres tienen un cuerpo más delicado que los hombres, más débil y menos hábil para hacer algunas cosas, tanto más agudo y libre tienen el entendimiento cuando lo aplican”.

La obra principal de Christine, "La Ciudad de las Damas", comienza relatando cómo la autora recibe en su estudio, a tres figuras alegóricas: Razón, Rectitud y Justicia. Ellas le proponen construir una ciudad cuyos cimientos, piedras y acabados son los ejemplos de mujeres virtuosas, y cuya argamasa es la tinta. Reinas poderosas como Semíramis, guerreras como la amazona Pentesilea, poetisas como Safo, profetisas como las sibilas, sabias como la reina de Saba, amantísimas esposas como Artemisa mujeres valerosas como Judith o las sabinas, mujeres castas como Sarah o Rebeca, santas como María Magdalena e incluso la Virgen María. Todas ellas son ejemplos de la capacidad de las mujeres para desplegar todo su potencial, cada vez que tienen la oportunidad. Pero esa Ciudad no es una ciudad real, no es una “ginecotopía”, sino una ciudad interna, esa Ciudad que cada uno en nuestro interior debe construir, donde habite nuestra Alma Inmortal, representada, en los cuentos y en los mitos, como la Princesa que yace dormida en el centro del laberinto.

OBRAS DE CHRISTINE DE PIZAN
-1399: Epístola al Dios Amor - 1400: Debate de los Dos AmantesDechado de Poissy- 1401: Epístola de Othea- 1402- 1403: Libro del Camino de Largo Estudio- 1404: Libro de la Mutación de Fortuna- 1405: Libro de la Ciudad de las DamasEl Tesoro de la Ciudad de las Damas o Libro de las Tres VirtudesEpístola a Isabel de BavieraEl sueño de Cristina- 1410: Libro sobre Hechos de Armas y Caballería- 1411-1412: Lamentaciones sobre los males de Francia- 1414: Epístola sobre la Cárcel de la Vida Humana- 1415: El Libro de la Paz- 1429: Dechado sobre Juana de Arco


5. MACUILXOCHITZIN (1435-¿?)
Elevo mis cantos,
Yo, Macuilxóchitl,
con ellos alegro al Dador de la vida,
¡comience la danza!

“Quinta Flor” significa Macuilxochitzin en náhuatl. Probablemente sea el nombre del día del calendario azteca en que nació una princesa y poetisa, hermosa flor del país del águila y la serpiente.
Normalmente se tiene a los aztecas por un pueblo belicoso, dedicado exclusivamente a la guerra. Es cierto, hasta cierto punto. No hay que negar el carácter expansionista del imperio aztecatl, y por otro lado la celebración de las “guerras floridas”, y los cruentos sacrificios humanos que ensangrentaban los templos; este cuadro, aderezado por el arte que nos ha llegado de ellos, por esas esculturas terribles de Diosas Madres de cabeza de serpiente, cráneos en el cinturón, vestidas de piel humana, nos dan una imagen poco favorable de este pueblo. Y, sin embargo, aunque nos cueste imaginarlo, los aztecas tenían sus poetas, tenían sus filósofos, como Netzahualcoyotl, príncipe, filósofo y poeta; ensalzaban la belleza, se deleitaban con las mariposas y las flores, omnipresentes en sus poemas; recordaban a aquel sabio Rey y Dios, ataviado con una máscara de serpiente de jade y plumas de quetzal, que les ordenó sacrificar exclusivamente jades, plumas, flores, y que marchó al Oriente, con la promesa de regresar algún día, siguiendo el camino inverso al de sus antecesores, cuando tuvieron que huir de una Aztlan a punto de desaparecer en las aguas del olvido.
Aquellos que, mucho tiempo después, oyeron la llamada del Colibrí del Sur, Huitzilopochtli, y fueron conducidos a un lugar pantanoso, encontraron un águila devorando una serpiente: la señal convenida. Allá se instalaron, fundaron Tenochtitlan, una de las mayores ciudades de su época, una metrópolis del siglo XV, comparable a Constantinopla, Pekín, y que dejó boquiabiertos a los aventureros que llegaron de Oriente, con armas que escupían fuego y la codicia pintada en sus ojos.
En Tenochtitlan nació la princesa Macuilxochitzin , quizás el día “5-Flor”. O quizás tomo ese nombre del Dios del Canto y la Danza, Macuilxochitl. Su padre fue Tlacaelel, poderoso consejero militar de la realeza azteca, y vivieron durante en el reinado de Axayácatl, uno de los más grandes reyes aztecas, cuyas hazañas cantó la forjadora de cantos, la princesa Macuilxochitzin.

5 ¿Adónde de algún modo se existe.
a la casa de El
se llevan los cantos?
¿O sólo aquí
están vuestras flores?,
10 ¡comience la danza!

Poco se sabe de la vida de la princesa. Pero sabemos que no fue del todo una excepción. Existen noticias procedentes de historiadores aztecas y de la Conquista sobre mujeres notables, sabias, cultas, artistas, como la señora de Tula, amante de Nezahualpilli, quien “competía con el rey y con los más sabios del reino y era muy aventajada en poesía”. Esto indica la importancia que tenía la cultura, el arte, el conocimiento, entre el pueblo azteca, así como la preocupación por la formación de sus hijos.
Después de la lactancia, los hijos se separaban por sexos: el padre se ocupaba de los hijos, la madre, de sus hijas, adiestrándolas en tareas propias del hogar: limpieza, faenas culinarias, artesanía (arte de tejer, cerámica...). a los hijos se les trataba de despertar el valor. Al mismo tiempo se preocupaban por inculcarles los valores de la comunidad: el respeto a los mayores, la auto-disciplina, el esfuerzo en el trabajo, la honestidad, la piedad religiosa, y velaban por que se convirtieran en personas honradas, modestas, sencillas, todo ello con rigor y disciplina, pero sin olvidar nunca el amor.
Más o menos, a los quince años, los jóvenes de ambos sexos pertenecientes a las clases populares (macehuales) ingresaban en el telpochcalli o escuela de barrio. Los jóvenes de las clases nobles (pillis) pasaban al calmecac. La educación era obligatoria y gratuita, y se fundamentaba en el desarrollo del alumno desde su interior al exterior. En este sentido podemos señalar un aspecto poco conocido de los aztecas: la importancia que daban a la formación del individuo, dirigida al desarrollo intelectual y emocional, dirigida por los temachtiani, sabios o maestros.

Maestro de la verdad
No deja de amonestar
Hace sabios los rostros ajenos
Hace a los rostros tomar una cara
Los hace desarrollarla.
Les abre los oídos, los ilumina.
Es maestro de guías,
Les da su camino,
De él uno depende.
Pone un espejo delante de los otros
Los hace cuerdos y cuidadosos,
Hace que en ellos aparezca una cara…
Gracias a el, la gente humaniza su querer,
y recibe una estricta enseñanza.
Hace fuertes los corazones, confronta a la gente,
Ayuda, remedia, a todos atiende.

El Calmecac constituyó una verdadera Escuela de Sabiduría, que comenzaba desde la infancia. El estudio y del trabajo templaban el carácter de los niños, por medio de una disciplina espartana, a través de actividades cotidianas, mencionadas en el Códice Florentino, como "ir a traer a cuestas leña, barrer los patios, ir a buscar puntas de maguey", para transmitirles el sentido de la responsabilidad; incluso practicaban autosacrificios rituales: pinchazos con agujas de maguey, respiración de humo de chile, exposición a la intemperie en un charco de agua... nos pueden parecer prácticas crueles, desde nuestra blanda mentalidad burguesa, sin embargo, así aprendían a dominar su cuerpo y a no prestarle tanta importancia, a prescindir de la comodidad, a resistir el dolor. Recibían clases de los “maestros de la palabra”, los tlatolmatinime, sacerdotes poetas y sabios, autores de discursos, quienes les enseñaban el tecpilatolli, o lenguaje noble y cuidado, es decir, la Oratoria. Estos maestros se reunían en las fraternidades de sabios y poetas, las icniúhyotl, para dar a conocer las composiciones. Además de estas materias, equivalentes a nuestras Humanidades, se enseñaba matemáticas, astronomía, el calendario, los ritos y dogmas, el arte de gobernar, las leyes y, sobre todo, la estrategia militar. Esta educación, por tanto, era vivencial: lo que aprendían intelectualmente lo aplicaban en todos los órdenes de la vida, y a la vez, todo cuanto sucedía en la vida de cada uno, desde lo cotidiano hasta cualquier acontecimiento más o menos extraordinario, era una oportunidad para aprender. Los investigadores que están re-descubriendo este sistema de educación azteca se asombran del conocimiento que poseían sobre al ser humano y sus capacidades, y de su manejo de lo que hoy se conoce como “inteligencia emocional” (cuando sería justamente lo contrario: no es que la hubieran descubierto ellos antes, es que nosotros, la civilización occidental, la habíamos olvidado, y ahora es cuando se está recuperando).
Existía también el cuicalco (casa del canto), donde al atardecer muchachos y muchachas se ejercitaban en danzas y cantos de carácter religioso y ritual, hasta muy entrada la noche. En estas escuelas aprendería Macuilxochitzin a rimar versos para los bailes sagrados y guerreros.

El matlatzinca
es tu merecimiento de gentes, señor Itzcóatl:
¡Axayacatzin. tú conquistaste
la ciudad de Tlacotépec!
15 Allá fueron a hacer giros tus flores,
tus mariposas.
Con esto has causado alegría.
El matlatzinca
está en Toluca, en Tlacotépec.
20 Lentamente hace ofrenda
de flores y plumas
al Dador de la vida.
Pone los escudos de las águilas
en los brazos de los hombres.
25 allá donde arde la guerra,
en el interior de la llanura.
Como nuestros cantos,
como nuestras flores.
Así, tú, el guerrero de cabeza rapada.
30 das alegría al Dador de la vida.
Las flores del águila
quedan en tus manos,
señor Axayácatl.
Con flores divinas.
35 con flores de guerra
queda cubierto.
con ellas se embriaga
el que está a nuestro lado.
Sobre nosotros se abren
40 las flores de guerra.
[...]
El poema de Macuilxochitzin constituye un canto a la Victoria del gran rey azteca Axayácatl. en él se cuenta cómo fue herido por un guerrero del pueblo de los otomíes, cómo manda llamar al guerrero y cómo las mujeres otomíes logran ablandar al rey con sus súplicas. Llaman la atención los versos «Preparadle un braguero, una capa,/ se los daréis, vosotras que sois valientes.» parece que quiera resaltar la valentía de esas mujeres, contrastándolo con el miedo del guerrero que no se atreve a enfrentarse al rey.
Macuilxochitzin parece conocer de primera mano los acontecimientos bélicos, las conquistas de su rey. No es extraño que hubiera acompañado a su padre en las campañas en que este participó como consejero de Axayacatl, pues era habitual que mujeres de la nobleza sirvieran de intendencia en la retaguardia, lo que da muestra de la valentía de las mujeres mexicas. Es de señalar también el tratamiento que hace de la guerra: para ser un pueblo tan belicoso, están siempre utilizando imágenes muy líricas, hablando de flores, mariposas... en realidad, como pueblo guerrero que eran, reconocían la fugacidad de la vida de los hombres, pero también su belleza: (algo que también ocurre en el Japón del código samurái, el Bushido); por ello es que juegan tanto con estas imágenes, que evocan cosas hermosas, pero efímeras, poderosas en su fragilidad, en su belleza, con el poder que nace de la ternura, de la delicadeza, de la dulzura de una flor, de una mariposa, de una pluma, de una mujer.


Cristina Diaz

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